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jeudi 26 avril 2018

La personalidad de Jesus, Modelo de vida



  Jesús es la personificación de la libertad, de la nobleza, del equilibrio y, sobre todo, del Amor. Revela en todo su comportamiento una excepcional riqueza afectiva. Es el Hombre enteramente libre y enteramente para los demás.

Jesús arrastra, cautiva y convence. Tiene un gran poder de atracción. Porque une en sí maravillosamente el vigor y la ternura, la energía más viril y la más extremada delicadeza. Posee una lucidez mental que sobrecoge y, al mismo tiempo, una insobornable libertad frente a todos y frente a todo. Nada le arredra. Pero tampoco es un temerario. Sabe lo que quiere y lo quiere de verdad. Es capaz de sentir miedo, temor, tristeza e incluso angustia mortal. Y, sin embargo, es inaccesible al desaliento. Posee un equilibrio sorprendente.
Sinexaltaciones y sin abatimientos. Aun en los momentos más decisivos de la prueba, saca fuerzas de flaqueza para reaccionar con energía, siempre en fidelidad amorosa a la voluntad del Padre.

 No conoce la insensibilidad ni la apatía; y, menos todavía, la frialdad. Es perfectamente Hombre y Hombre perfecto.

 Los discipulos por medio de los evangelios nos hacen descubrir a Jesús en diferentes fascetas de su personalidad, de su humanismo, su humanidad por su modo de actuar en diversas situaciones:

a) Un hombre libre
Ya desde su adolescencia (cf. Lc 2,41-52) Jesús se manifiesta como un hombre libre frente a todo y frente a todos los que puedan obstaculizar su misión. Libre frente a su familia (cf. Mc 3,21) y a sus amigos (cf. Mc 8,31-33). Libre frente al poder político de los romanos (cf. Lc 13,31-33). Y libre, sobre todo, frente a los ritos, las prescripciones y las costumbres del judaísmo de su tiempo, cuando él creía que se convertían en obstáculos para cumplir la auténtica voluntad de Dios y servir al bien del hombre. Fue precisamente esta libertad la que irritó a todos los poderes constituidos, que decidieron acabar con él.

b) Un hombre con una experiencia religiosa profunda y original
Hay un elemento fundamental en la vida de Jesús: su obediencia radical y su confianza total en Dios, a quien le llamaba «Abba» («papá»). Lo que alimentaba su vida y daba sentido a toda su actuación era hacer la voluntad del Padre (cf. Jn 4,34). Y ésta era también la motivación y la fuerza que hacía posible su libertad: necesitaba ser libre para amar y obedecer al Padre.
No es de extrañar, pues, que fuera un gran orante: dedicaba largas horas todos los días a dialogar con el Padre (cf. Lc 6,12), y nos ha dejado oraciones de una profundidad y belleza inigualables (cf. Mt 11,25-26; Lc 11,1-3; Jn 17; Mc 14,36). Y fue precisamente su rica y original experiencia de Dios lo que quiso transmitirnos. El objetivo último de toda su vida fue manifestarnos a un Dios cercano, amigo de los hombres, liberador, que se preocupa de los últimos, que sabe acoger y perdonar y que nos convoca a todos a la gran fiesta de su Reino. En una palabra, a un Dios que es «Buena Noticia» para el hombre.

c) Un hombre con una gran sensibilidad
La fortaleza de su carácter se armonizaba con una gran riqueza de sentimientos. Era sumamente sensible para apreciar las maravillas de la naturaleza: le gustaban los montes y el mar, y se fijaba en la belleza de las flores y de los pájaros (cf. Mt 6,26-30). Pero sus sentimientos se manifiestan sobre todo en las relaciones humanas. Siente una compasión espontánea ante todo tipo de necesidad o desgracia (cf. Mc 1,41; Lc 7,11-17; Mc 6,32-33); ama profundamente a sus amigos y llora ante su muerte (cf. Jn 11,35-38; 18,8); se indigna ante la injusticia o la adulteración de la religión (cf. Mc 3,5; 10,14; Jn 2,13-22); se angustia profundamente ante la perspectiva de su muerte (cf. Mc 14,33).
''Jesús modelo de vida en nuestra vida ''

d) Un hombre para los demás
Jesús dijo que «no había venido a ser servido, sino a servir» (Mc 10,45). En efecto, nunca buscó su propio interés, no se preocupó de su propia fama (cf. Mt 8,20), no buscó dinero ni seguridad alguna (cf. Lc 16,3), tampoco buscó el poder (cf. Jn 6,15), no vivió para una esposa ni una familia y supo renunciar a sus proyectos para servir a los demás (cf. Mc 6,32-37). Fue siempre un hombre disponible para los otros.
Además, sabía acoger a cada persona en su originalidad y en su problemática irrepetible. No pensaba en la humanidad, sino en cada hombre y en todo hombre que se cruzaba en su camino, como Zaqueo (cf. Lc 19,1-10), la samaritana (cf. Jn 4), la adúltera (cf. Jn 8,2-11)…
Y, sobre todo, estuvo siempre de parte de los que necesitaban ayuda para ser libres y encontrar la verdad de su vida: el pueblo humilde (cf. Mc 6,34), la gente inculta (cf. Jn 9,34), las personas de mala reputación (cf. Lc 7,36.50), los enfermos (cf. Mc 1,23-28), las mujeres (cf. Lc 8,2-3) y los niños (cf. Mc 10,13- 16).

d) Cristo es de verdad realista
No se pierde nunca en abstracciones. Sus palabras son sencillas, directas, incisivas y, al mismo tiempo, tan profundas que a veces producen vértigo. Nunca se terminan de comprender, y se convierten para la conciencia humana en un permanente y vigoroso revulsivo interior, capaz de conmover los cimientos mismos de la persona y de la sociedad. Son como esos rostros que nunca se terminan de mirar, y que cada vez invitan a viajar hacia nuevas y mayores profundidades.


 e) Jesús que ama a todos
No desprecia nada. Lo ama todo, y ama a todos y a cada uno con amor personal e inconfundible. Pero
no se deja sobornar ni subyugar por nada ni por nadie. Tiene y mantiene siempre una plena y absoluta libertad interior y exterior.


f) Jesus que nos transforma
Sólo el encuentro personal con Jesús es capaz de transformar a alguien por dentro, desde su misma urdimbre y desde sus más profundas raíces que el mismo Jesús suscita por medio del Espíritu, y en el que nuestra acción propia consiste o debe consistir en dejarnos
encontrar por él, ya que es él quien de verdad nos sale al encuentro, y tratar de conocerle, consintiendo activamente en su acción transformadora).


g) Jesús, modelo acabado de humildad y mansedumbre (cf Mt 11, 29), de equilibrio y sensatez, tuvo y manifestó unas pretensiones inauditas. 
Afirma ser superior a los más grandes personajes del antiguo testamento. Se considera también superior a las grandes instituciones tradicionales . Se atribuye el poder de perdonar los pecados, prerrogativa exclusiva de Dios . Jamás insinúa un sentimiento de culpa o de arrepentimiento, porque se sabe libre de todo pecado. Manifiesta una relación con el Padre de asombrosa intimidad, de comunión perfecta, de igualdad. Se sabe 'plenipotenciario' de Dios, con todo poder en el cielo y en la tierra, capaz de dar la vida y de resucitar a los muertos, juez de todos, preexistente a la misma creación del mundo, con palabras que nunca pasarán. Se atreve a decir de sí mismo lo que nadie jamás se atrevió a pensar o a decir, ni en el colmo de su locura: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn l4, 6).
 Puede exigir y exige la disponibilidad total, e incluso perderlo todo de hecho ‑los bienes materiales, los lazos humanos más sagrados, la integridad física y hasta la propia vida‑ para seguirle.
Si Jesús no fuera más que un Hombre, estas pretensiones serían no sólo inauditas, sino blasfemas. Pero Jesús confirmó con sus obras y, sobre todo, en la resurrección toda la verdad de sus palabras y de su vida
 Cuando Jesús pide ‑exige‑ que sus seguidores le amen a él más que al padre y a la madre, a la mujer, a los hijos, a los hermanos e incluso más que a sí mismos, advierte claramente que perderlo todo ‑la integridad física y hasta la propia vida‑ por él es la suprema manera, la única manera, de ganarlo todo para siempre. Es una auténtica paradoja y parece casi un contrasentido; pero es una gran verdad.

Porque es cierto ‑aunque no resulte evidente a primera vista‑ que nunca existe verdadero conflicto entre el amor verdadero a Cristo y el verdadero amor a sí mismo y a los demás. (Habría que subrayar las tres veces el adjetivo verdadero). Y que el auténtico amor a Cristo y el amor auténtico a nosotros mismos (también habría que subrayar ahora las dos veces el adjetivo auténtico) coinciden exactamente, hasta identificarse, pues no son propiamente dos amores, sino uno solo.

Canción : Me has seducido Señor




Fuentes de informacion : 

http://www.franciscanos.org/temas/discipuloscap1.html
 http://www.ciudadredonda.org/articulo/la-persona-y-la-personalidad-de-jesus


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